Algunos podrán tener una adolescencia tranquila, pero otros pueden ser rebeldes; es aquí que debemos conocer lo que implica ser un adolescente.
La adolescencia es una etapa de transición del desarrollo entre la niñez y la edad adulta; se inicia a los 10 años con la pubertad y termina a los 20 años con la adquisición de la madurez. Se da un desarrollo rápido y profundo en la madurez reproductiva, adquiere el pensamiento hipotético deductivo. Así mismo, aparece la búsqueda de identidad, autonomía, aceptación de normas e interiorización de sistema de valores.
Entre las características más resaltantes de la adolescencia están su inestabilidad emocional manifestada en reacciones de ansiedad, miedo y preocupación excesiva, que se presentan de manera fluctuante. Ambivalencia afectiva, en donde un objeto (persona, cosa, animal) puede ser amado y odiado a la vez en corto tiempo, puede pasar de tener mucha energía a tener un comportamiento apático. Se da la inseguridad de cómo relacionarse con su medio, no asume un rol determinado ni frente a su infancia ni con los adultos.
Su orientación psicosocial puede ser con tendencia a la extroversión o a la introversión. Se muestra sensible a la frustración; el adolescente puede estar preocupado por su esquema corporal, así como dirigirse a la aventura saliendo de su medio conocido hacia lugares desconocidos, aprecia las normas de su grupo social y va en contra de las reglas de los adultos, quiere dejar la dependencia hacia los padres.
En esta etapa se va consolidando la autoestima, siendo reafirmada por su percepción que tiene sobre su apariencia; lo que conlleva muchas veces a la aceptación o rechazo de su grupo social. Se encuentra en la etapa de sentido de pertenecía a un grupo; en su búsqueda de identidad va consolidando sus metas, valores y creencias. Es por ello que son fundamentales los mensajes que brindan los padres a los hijos desde temprana edad con respecto a los valores y principios.
Es egocéntrico, ello disminuye alrededor de los 15 o 16 años cuando es capaz de darse cuenta de que los demás no están preocupados sólo de ellos sino que tienen sus propias preocupaciones. Va encontrando poco a poco su identidad personal y sexual.
Comprender a un adolescente es muy complejo pero para evitar conductas de riesgo como: tabaco, alcohol, drogas, violencia, incremento de trastornos alimenticios, depresión, ansiedad y suicidio; es actuar con prevención fortaleciendo el lazo afectivo como compartiendo experiencias, expresar afectos, teniendo un mayor acercamiento hacia ellos a través de la comunicación, escuchar atentamente sus opiniones y demostrarle interés. Reforzar conductas adecuadas, no ser sobreprotectores permitiéndoles evaluar sus comportamientos y que logren identificar las consecuencias de las mismas.
Promover el uso adecuado del tiempo libre, a través de deportes, recreación y actividades culturales, acentuar la importancia de sentirse acogidos y aceptados por los padres.
En general, si los adolescentes adquieren una autoestima, un sentido de competencia y de pertenecer a una familia estable y al orden social, es menos probable que sientan la necesidad de entregarse a comportamientos riesgosos.
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